Archivo mensual: septiembre 2013

Domingo 26 del Tiempo Ordinario – Año C (Set 29, 2013)

Gozar de la vida es renunciar a lo superfluo

Introducción

Hubo un tiempo en que Dios aparecía aliado con los ricos: el bienestar, la suerte, la abundancia de bienes eran considerados signos de su bendición.

La primera vez que la palabra hebrea kesef (que significa plata o más comúnmente, dinero) aparece en la Biblia, se refiere a Abrahán: «Abrán poseía muchos rebaños y plata y oro” (Gen 13,2). “Isaac sembró en aquella tierra y ese año cosecharon un ciento por ciento» (Gen 26,12). Jacob tuvo innumerables propiedades: «bueyes, asnos, rebaños, hombres-siervos y siervas» (Gen 32,6). El salmista promete al justo: «En tu casa habrá riquezas y abundancia» (Sal 112,3).

La pobreza era una desgracia. Se creía que era resultado de la pereza, la ociosidad y el libertinaje: «Un rato duermes, un rato descansas, un rato cruzas los brazos para dormitar mejor, y te llega la pobreza del vagabundo, la penuria del mendigo» (Prov 24,33-34).

Un cambio de perspectiva llega con los profetas: se comienza a entender que las riquezas acumuladas por los ricos no son siempre el resultado de su trabajo honesto y de la bendición de Dios, sino que a menudo son el resultado de hacer trampas, violaciones de los derechos de las personas más vulnerables. Incluso los sabios de Israel denuncian los riesgos: «Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; al rico sus riquezas no lo dejan dormir” (Ecl 5,11). «El oro ha arruinado a muchos» (Eclo 8,2).

Jesús considera tanto la codicia de los bienes de este mundo y la riqueza honesta como obstáculos casi insuperables para la entrada en el reino de los cielos. El engaño de la riqueza ahoga la semilla de la Palabra (Mt 13,22); gradualmente tiende a conquistar el corazón humano y no deja espacio ni para Dios ni para el otro.

Bendito es el que se hace pobre, que ya no está ansioso por lo que come o bebe, que no se preocupa por la ropa y no se inquieta por el mañana (Mt 6,25-34). Bienaventurado el que comparte todo lo que tiene con los demás.

Para interiorizar el mensaje, podemos repetir: «Cristo, aunque era rico, se hizo pobre para hacernos ricos».

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Categorías: Ciclo C | 2 comentarios

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