Ciclo A

34 Domingo del Tiempo Ordinario – 22 de noviembre de 2020 – Año A

Nuestro Señor Jesucristo

Rey del Universo

Dios juez…para salvar

 

Un video del p. Fernando Armellini con subtítulos en Español:

 

 

Un video doblado por p. Alberto Rossa, cmf

 

Introducción

 

Apártense de mí, malditos vayan al fuego eterno preparado para el diablo” (Mt 25,41) estas son las palabras más terribles que encontramos en el evangelio y no son las únicas en boca de Jesús: “les digo que no sé de dónde son Uds. Apártense de mí, malhechores” (Lc 13,27). “El hijo del hombre enviará a sus ángeles que recogerán de su reino todos los escándalos y los malhechores; y los echará al horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes.” (Mt 13,41-42) “Átenlo de pies y manos y échenlo fuera a las tinieblas” (Mt 22,13) “Vendrá el Señor de aquel sirviente, el día y la hora menos pensada y lo castigará dándole el destino de los hipócritas. Allí será el llanto y el crujir de dientes” (Mt 24,50-51).

 

Estas frases han quedado grabadas a fuego en nuestras mentes. Han inspirado a muchos artistas que han pintado escenas de terror, desesperación y tormento; han sugerido piezas líricas come el Dies irae, la más impresionante de las descripciones del juicio universal. Muchos músicos han plasmado en sonidos la angustia del momento crucial en que Cristo pronunciará la sentencia inapelable.

 

El juicio de Dios ha sido presentado y continúa, todavía hoy, a ser considerado por muchos como una dramática rendición de cuentas; así el encuentro con el Señor, lejos de ser deseado y esperado, representa para todos, también para los justos, una gran incógnita. Frente a Aquel que “aun en sus ángeles descubre falta” (Job 4,18) ¿Quién puede sentirse seguro? Muchos cristianos considerarían ya una gran suerte el que le cayeran solamente algunos años de purgatorio. 

 

¿Es esta la justicia de Dios?

 

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Se alegre el cielo, exulte la tierra, porque el Señor juzga al mundo…con su justicia”.

 

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Fieles Difuntos – 2 de Noviembre

Enséñanos, Señor,

a contar nuestros días

 

Un video del p. Fernando Armellini con subtítulos en Español:

 

 

Un video doblado por p. Alberto Rossa, cmf

 

 

Introducción

Dejamos el vientre materno y entramos en este mundo; después de la infancia entramos en la adolescencia; dejamos la adolescencia para entrar en la juventud, y la juventud para la edad madura y la vejez. Finalmente, llega el momento de dejar este mundo al que nos hemos aficionado tal vez hasta el punto de considerar que es la morada final y no querer dejarlo más. Sin embargo, en esta tierra, nuestra aspiración a la plenitud de la alegría y la vida está continuamente frustrada.

 

Cuando, con desencanto, consideramos la realidad, comprobamos en todas partes los signos de enfermedades mortales, la ignorancia, la soledad, la fragilidad, la fatiga, el dolor, las traiciones, y nuestra conclusión es: no, este no puede ser el mundo definitivo; es demasiado estrecho, demasiado marcado por el mal. Entonces, el deseo de vagar más allá del estrecho horizonte en el que nos movemos emerge en nosotros; incluso soñamos con ser secuestrados a otros planetas donde tal vez nos liberamos de cualquier forma de muerte.

 

En el universo que conocemos, el mundo al que anhelamos no existe. Para satisfacer la necesidad del infinito que Dios ha puesto en nuestro corazón, es necesario dejar esta tierra y embarcarnos en un nuevo éxodo.

 

Se nos pide una nueva salida, la última muerte, y esto nos asusta. Incluso los tres discípulos en el Monte de la Transfiguración, escucharon a Jesús que habló de su éxodo de este mundo al Padre (Lc 9,31). Fueron capturados por el miedo. «Cayeron con la cara en tierra y tenían mucho miedo. Pero Jesús vino y los tocó, y les dijo: Levántense y no teman» (Mt 17,6-7).

 

Desde el siglo III aparece, en las catacumbas, la figura del pastor con las ovejas en el hombro. Es Cristo, quien toma de la mano y acuna en sus brazos a la persona que teme cruzar sola el oscuro valle de la muerte. Con él, el Resucitado, el discípulo abandona serenamente esta vida, confiado en que el pastor a quien él o ella ha confiado su vida lo guiará hacia prados exuberantes y corrientes tranquilas (Sal 23,2) donde encontrará refrigerio después de un largo y agotador viaje en el desierto de esta tierra seca y polvorienta.

 

Si la muerte es el momento del encuentro con Cristo y una entrada a la sala de banquetes de bodas, no puede ser un evento temido. Es algo que esperamos. La exclamación de Pablo: «Para mí, morir es ganancia. Mi deseo abandonar esta vida y estar con Cristo» (Fil 1,21.23) debe ser pronunciado por cada creyente.

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

«Enséñanos, oh Señor, a contar nuestros días».

 

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32 Domingo del Tiempo Ordinario – 8 de noviembre de 2020 – Año A

Lo difícil no es creer

sino perseverar en la fe 

 

Un video del p. Fernando Armellini con subtítulos en Español:

 

 

Un video doblado por p. Alberto Rossa, cmf

 

Introducción

 

Israel ha experimentado la fidelidad de su Dios y por eso ha acuñado la expresión hesed we ‘emet, utilizada frecuentemente en la Biblia y que se puede traducir por: fiel en el amor. Cuando el Señor estipula una alianza permanece fiel a lo pactado, aunque la otra parte traicione los compromisos adquiridos; cuando Dios hace una promesa, nunca falta a su palabra. 

 

Pablo estaba profundamente convencido de ello: “Porque Dios es fiel y Él los llamó a la comunión con su Hijo” (1Cor 1,9); “Si le somos infieles, él se mantiene fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2 Tim 2,13) y recordando la infidelidad de Israel, exclama: ¿“Qué pasa si algunos fueron infieles? ¿Anula su infidelidad la fidelidad de Dios? ¡De ningún modo! (Rom 3,3-4).

 

¿Podrá alguna vez el hombre corresponder a este amor? 

 

En la Biblia se habla de hasidim (los fieles; de hesed, fiel) y ya antes de Cristo, un grupo de personas pías y virtuosas –que se dieron así mismos este nombre– se propusieron encarnar al israelita ideal, observante de la ley, dispuesto hasta el martirio antes de traicionar la propia fe. Esta corriente espiritual se ha mantenido en el pueblo judío hasta hoy. He aquí un escrito de uno de estos hasidim dejado a la puerta de la cámara de gas y encontrado después de la guerra: “Dios de Israel, has hecho todo lo posible para que dejara de creer en ti. Si alguna vez has pensado poder hacerme desviar de mi camino, pues bien, yo te digo, Dios mío, Dios de mis padres, no lo lograrás. Me puedes golpear, me puedes quitar lo que considero más precioso en este mundo, atormentarme hasta la muerte, pero yo continuaré a creer siempre en ti. Te amaré siempre. Muero como he vivido, creyendo firmemente en ti”. 

 

Cuando sopla el viento de la prueba: “la luz de los honrados es alegre, lámpara de los malvados se apaga” (Prov 13,9).

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Haz, oh Señor, que pueda decir en el último día de mi vida, lo que dijo Pablo: “He terminado mi carrera, me he mantenido fiel”.

 

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33 Domingo del Tiempo Ordinario – 15 de noviembre de 2020 – Año A

Parece prudencia,

pero es cobardía

 

Un video del p. Fernando Armellini con subtítulos en Español:

 

 

Un video doblado por p. Alberto Rossa, cmf

 

Introducción

 

Jesús ha aconsejado ser “prudentes como serpientes” (Mt 10,16) y, sin embargo, su comportamiento y sus palabras parecen muy distantes de lo que comúnmente se entiende por prudencia: ha lanzado invectivas contra los escribas y fariseos (cf. Mt 23) e ironizado sobre su tendencia a endosar “largos vestidos” (cf. Mc 12,38), ha confrontado a los saduceos desmontando sus convicciones teológicas (cf. Mt 22,23-33), ha llamado “zorro” a Herodes (cf. Lc 13,32) y lanzado ráfagas de críticas contra los reyes que “visten ropas suntuosas” y “habitan en lujosos palacios” (cf. Mt 11,8). Violaba el sábado, frecuentaba gente de mala fama e impura, llamaba “serpientes y raza de víboras” a los guías espirituales del pueblo (cf. Mt 23,33) y aseguraba que los publicanos y las prostitutas les precederían en el reino de los cielos (c. Mt 21,31)… ¿Qué clase de prudencia es esta?

 

Existía una alternativa: no moverse de Nazaret y limitarse a trabajar con la sierra y el martillo, mantener la boca cerrada y solo abrirla para adular; ignorar las muchedumbres hambrientas, cansadas y a la deriva “como ovejas sin pastor” (cf. Mt 6,34); cerrar el corazón a la compasión frente al hombre con la mano rígida y resignarse al hecho de que, a veces, un hombre cuente menos que una oveja (cf. Mt 12,12); taparse los oídos para no escuchar el grito de los leprosos (cf. Lc 17,13) y dejar que la adúltera fuera lapidada (cf. Jn 8,5).

 

La prudencia de Dios no es la prudencia de los hombres, una excusa para el pasotismo, o indiferencia, la inercia, el desinterés. Es preferible correr el riesgo de equivocarse por amor que renunciar a luchar por los grandes valores; es mejor ver la semilla de la palabra rechazada por un terreno baldío –como le sucedió a Pablo en el Areópago de Atenas (cf. Hch 17,32-34)– que enterrarla, por miedo, envuelta en el silencio.

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Es puro gozo dejarse envolver, sin miedo, en los proyectos del Señor”.

 

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