Archivo mensual: enero 2021

Cuarto Domingo en Tiempo Ordinario – 31 de enero de 2021 – Año B

El poder divino en la palabra de un hombre

 

Un video del P. Fernando Armellini

con subtítulos en español y

doblado por el P. Alberto Rossa, cmf:

 

Subtítulos (elige ‘Español’):

Subtítulos grabados:

Doblado:

Introducción

 

Hechos y palabras: para el hombre moderno parece que se contraponen; para los antiguos, sin embargo, la palabra era la materialización del pensamiento; no era viento sino cristalización de los sentimientos y de las emociones; no transmitía solamente ideas e información, sino que comunicaba la carga creadora o demoledora de quien la pronunciaba. Los ídolos no podían causar ni bien ni mal, porque –se decía– «tienen boca y no hablan» (Sal 115,5), mientras que el Señor, con su palabra, crea los cielos, «habla y todo existe» (Sal 33,6.9).

 

La palabra de Dios, que ha dado forma al universo y mantiene en la existencia tanto al cielo como a la tierra (cf. 2 P 3,5-7) ha venido al mundo, «se ha hecho carne» (Jn 1,14) y ha dado vista a los ciegos, ha hecho hablar a los mudos, puesto en pie a los cojos; ha ofrecido pan a los hambrientos, libertad a los prisioneros y alegría a quien tenía el corazón quebrantado. Ha transformado a la pecadora en discípula, al publicano deshonesto en apóstol, al jefe de los publicanos en hijo de Abrahán y a un bandido en el primero de los invitados al banquete del cielo.

 

Sacerdotes, padres y educadores cristianos se declaran frecuentemente desilusionados, se lamentan porque sus exhortaciones, inspiradas en el Evangelio, parecen caer en el vacío o tener un impacto muy débil. ¿Ha quizás perdido la palabra del Señor –se preguntan– su eficacia? Si no cambia la mente y los corazones, si no hace germinar un mundo nuevo, no es palabra de Dios sino de los hombres. Es fácil equivocarse: uno puede predicar sobre sí mismo y las propias convicciones, convencido de proclamar el Evangelio. Las buenas exhortaciones, las llamadas de atención dictadas por el sentido común, la sabiduría de este mundo, frecuentemente se revelan como útiles, pero nunca han producido prodigios; los milagros suceden solo si la Palabra anunciada es aquella del Maestro.

 

* Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos sino la palabra de Cristo, el Señor.”

 

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Categorías: Ciclo B

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR – 2 de febrero

Todos lo Esperaban… 

Solo Ana y Simeón lo Reconocieron

 

Un video del P. Fernando Armellini

con subtítulos en español y

doblado por el P. Alberto Rossa, cmf:

 

Subtítulos (elige ‘Español’):

Subtítulos grabados:

Doblado:

Introducción

 

Han pasado cuarenta días desde la Navidad y, quizás con un poco de nostalgia, recordamos aun las emociones que experimentamos en esos días, sobre todo por el gozoso mensaje que nos trajo el Niño, astro venido del cielo para iluminar nuestras noches: “nos visitará desde lo alto un amanecer que ilumina a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte” (Lc 1,78-79). ¿A qué se debe que la Iglesia nos invite a contemplar de nuevo al Niño Jesús? 

 

La fiesta de la Presentación del Señor tiene orígenes muy antiguos. En Oriente ya se celebraba en el siglo IV con el nombre y el significado de “Fiesta del Encuentro” porque evocaba el encuentro de Jesús en el tempo con el Padre, con Simeón y Ana, representantes del resto de Israel que permaneció fiel a Dios como Abrahán.

 

Cuando en el siglo VII fue introducida en Roma, recibió el nombre de “Fiesta de la Purificación de María”. Y, como se caracterizaba por una procesión nocturna con candelas, tomó también el nombre de “La Candelaria”. 

 

El rito de la luz la asociaba a la Navidad, fiesta de Cristo-luz.

 

En Belén la gloria del Señor envolvió de luz a los pastores; en los lejanos países de Oriente la estrella brilló para los Magos; en el templo de Jerusalén ha aparecido la luz para iluminar a la gente.

 

Han pasado ya cuarenta días desde Navidad y pudiera ser que la luz de Belén que “habíamos visto surgir” se haya ofuscado un poco, que no nos parezca tan fascinante como entonces o que no sea ya la única en captar nuestra atención. Quizás nos hayamos dejado deslumbrar por otras estrellas fugaces y más concretas, por otros ‘astros’ que reflejan mejor nuestros sueños y expectativas. Es por eso que la Iglesia nos invita a encontrarnos de nuevo con el Niño: nos invita a recibirlo en los brazos como lo han hecho Simeón y Ana, los pobres de Israel, personas atentas a la voz del Espíritu.

 

* Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Jesús es la Luz del mundo.”

 

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Categorías: Ciclo B

Tercer Domingo en Tiempo Ordinario – 24 de enero de 2021 – Año B

Ha Inaugurado Tiempos Nuevos

 

Un video del P. Fernando Armellini

con subtítulos en español y

doblado por el P. Alberto Rossa, cmf:

 

(Subtítulos [elige ‘Español’])

(Subtítulos grabados)

(Doblado)

Introducción

 

Los cristianos están convencidos de que el Mesías ha venido ya. Los hebreos sostienen que está aún por venir. ¿Quién tiene razón?

 

No hay dudas, los hebreos. También nosotros lo admitimos tácitamente cuando todos los años dedicamos cuatro semanas para disponernos a su venida. 

 

Esperamos con ansias al Mesías porque aunque se nos ha dicho que: “Florecerá en sus días la justicia y una gran paz hasta el fin de las lunas. Librará al mendigo que a él clama y al pequeño que de nadie tiene apoyo. Abundancia de trigo habrá en la tierra que cubrirá la cima de los montes” (Sal 72,7.12.16), aún no hemos visto realizada esta profecía, por tanto, continuamos a la espera.

 

El Mesías debe venir todavía; pero cuando llegue, todos, aun los hebreos, lo reconocerán: es Jesús. Su nacimiento en el mundo es lento y progresivo; los tiempos nuevos, los últimos, han comenzado ya, pero no han llegado a su cumplimiento. 

 

Un día refieren a Jesús que su madre y sus hermanos lo estaban buscando, y Él, “mirando a aquellos que estaban sentados en círculo alrededor de Él, dijo: «Miren, estos son mi madre y mis hermanos»” (Mc 3,34). Sí, la comunidad que escucha su Palabra, se fía de Él y lo sigue, es su madre, es aquella que, en el dolor, lo da a luz cada día, hasta que sea realizado en su plenitud el diseño de Dios: “que el universo, lo celeste y lo terrestre alcancen su unidad en Cristo” (Ef 1,10). 

 

Inmediatez, generosidad, decisión en el desprendimiento de lo que es antiguo e incompatible con el mundo futuro, caracterizan la respuesta de quien, respondiendo a la llamada de Jesús, se compromete en ayudar a llevar a cabo los designios de Dios.

 

* Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Hazme conocer, Señor, tus caminos y dame la fuerza de seguirlos.”    

 

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Categorías: Ciclo B

Segundo Domingo en Tiempo Ordinario – 17 de enero de 2021 – Año B

Vocación: El Descubrimiento De La Propia Identidad 

 

Un video del P. Fernando Armellini

con subtítulos en español y

doblado por el P. Alberto Rossa, cmf:

 

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Subtítulos grabados:

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Introducción

 

Entre los varios títulos que la Biblia atribuye a Dios se encuentra también: «Aquel que llama.» Con su derecha despliega los cielos, los llama y todos “se presentan juntos” (Is 48,13), escuchan sus órdenes y cumplen su vocación; recorren el mundo cantando sus alabanzas: “Los cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento pregona la obra de sus manos” (Sal 19,2). Nada ni nadie es anónimo delante del Señor, que “cuenta el número de las estrellas y llama a cada una por su nombre” (Sal 147,4).

 

Al nombre que Dios atribuye a cada persona corresponde una identidad, una vocación, una misión. 

 

Nada de intimista, nada de externo a la persona, nada que se asemeje a una elección-premio por una precedente fidelidad; la vocación no es sino el descubrimiento de aquello para lo cual hemos sido creados; es encontrar el puesto que hemos sido llamados a ocupar en la Creación y en el proyecto de Dios. La vocación no nos ha sido revelada a través de sueños y visiones sino que la descubrimos mirando dentro de nosotros mismos, escuchando la palabra del Señor que se hace oír, no ver, que se manifiesta en los acontecimientos y habla a través de los ángeles que nos pone a nuestro lado: los hermanos encargados de interpretarnos sus pensamientos y su voluntad.

 

Corresponder a la vocación no significa dejarnos envolver en una empresa onerosa, impuesta desde afuera, sino seguir el camino hacia la propia realización, ser fieles a nuestra identidad y, por tanto, alcanzar el equilibrio interior y la alegría. 

 

 

* Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Revélame, Señor, el nombre con que me has llamado, antes de que fuera concebido en el seno de mi madre.”

 

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