Cuarto Domingo de Adviento – 19 de diciembre de 2021 – Año C

Ricos de su pobreza

Un video del P. Fernando Armellini

con subtítulos en español y

doblado por el P. Alberto Rossa, cmf:

 

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Doblado Español: 

Introducción

 

“Respóndeme, porque soy pobre” (Sal 86,1), reza el salmista. Sorprende el argumento que usa con el fin de convencer a Dios para que intervenga en su favor: soy pobre. Para obtener acceso a los palacios de los reyes, de los mandatarios de este mundo, se necesitan recomendaciones sólidas, títulos meritorios, credenciales de peso. Con Dios no es así: el único certificado necesario para ser recibido en audiencia es “ser pobre”.

 

Sus simpatías son para los pequeños, los indefensos, los abandonados. Él es “el Padre de huérfanos y protector de las viudas” (Sal 68,6); prefiere a quienes no cuentan, a los despreciables a los ojos de los hombres. “El Señor te ha elegido –dice Moisés a los israelitas– no por ser más numeroso que cualquier otro pueblo (son, en realidad, el más pequeño de todos los pueblos), sino porque el Señor te ama” (Deut 7,7-8).

 

“Los pensamientos del Señor no son como nuestros pensamientos y sus caminos no son nuestros caminos” (Is 55,8). Por esto son difíciles de entender. Gedeón, llamado a realizar una ardua misión, objeta asombrado: “¡Oh, Señor! ¿Cómo puedo yo librar a Israel? ¡Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño de la casa de mi padre!” (Jue 6,15).

 

Las lecturas de hoy nos presentan una serie de situaciones y personajes insignificantes en los que Dios ha hecho maravillas. Son una invitación a reconocer –como hizo María– nuestra pobreza y a disponernos para recibir la obra de Salvación que el Señor viene a realizar.

 

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Grandes cosas hará el Señor por los pobres que confían en Él”.

 

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Categorías: Ciclo B

Natividad del Señor – Misa de medianoche

Luz para quien yace en las tinieblas

 

Un video del P. Fernando Armellini

con subtítulos en español y

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Introducción

 

“Las tinieblas cubrían el abismo… cuando Dios dijo: «¡Que exista la Luz!»” (Gén 1,2-3). ‘Luz’ es la primera palabra que Dios pronuncia en la Biblia, palabra que señala el inicio de la Creación (Gén 1,3). Desde que “Dios vio que la luz era buena” (Gén 1,4) el hombre no ha dejado de desearla, de buscarla, al mismo tiempo que teme y huye de la oscuridad. Las tinieblas hablan de muerte y, por tanto, huimos de ellas.

 

Quien nace viene de la luz, quien muere se encamina hacia la tierra de las tinieblas (Job 10,21). “Dios –afirma Job– revela lo más hondo de las tinieblas y saca a la luz las sombras” (Job 12,22). En la mentalidad bíblica, las tinieblas no son sino la antesala de la luz; están destinadas a convertirse en luz. Dios es luz e impregna de luz a todas sus criaturas: el rocío se convierte, en la imaginación poética de Isaías, en rocío de luz (Is 26,19); también las nubes, aunque oscuras y amenazantes, están grávidas de luz que brilla cuando se enciende el relámpago (Job 37,15).

 

Celebramos la liturgia de Navidad durante la noche para reproducir simbólicamente la oscuridad vencida por la palabra del Creador, la oscuridad de nuestra condición humana iluminada por la venida del Salvador.

 

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“La luz de un Niño brilla sobre los que habitan en la tierra tenebrosa”.

 

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Categorías: Ciclo B

Natividad del Señor – Misa del día

Dios Ha Revelado Su Justicia

Un video del P. Fernando Armellini

con subtítulos en español y

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Introducción

 

Desde sus comienzos, la historia de la humanidad –nos dice la Biblia– ha sido un sucederse de pecados. Ya en el capítulo sexto del libro del Génesis el autor sagrado, con un audaz antropomorfismo, afirma: “Al ver el Señor que en la tierra crecía la maldad del hombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón” (Gén 6,5-6).

 

En la plenitud de los tiempos, Dios ha intervenido para hacer justicia o, como dice el Salmo responsorial propuesto hoy por la liturgia, para revelar a los ojos de los pueblos su justicia.

 

Nosotros conocemos una sola justicia: la retributiva administrada por los jueces en los tribunales, donde se imponen castigos proporcionados a las culpas cometidas. No es ésta la justicia de Dios. “Yo soy Dios y no hombre” (Os 11,9). Al pecado no responde con recriminaciones y venganza, sino dando la mayor prueba de su amor: donando su Hijo al mundo. Una cierta teología del pasado ha aplicado desacertadamente a Dios nuestra justicia, presentándolo como un Dios justiciero. Nació así un cristianismo generador de miedo y no el que anuncia el Reino que es “justicia, paz y gozo” (Rom 14,17).

 

En Navidad Dios manifiesta la inmensidad de su amor incondicional. Ésta es su justicia. Todos los pueblos son invitados a contemplar maravillados, y a dejarse liberar del miedo, porque “en el amor no cabe el temor; antes bien, el amor desaloja el temor. Porque el temor se refiere al castigo, y quien teme no ha alcanzado un amor perfecto” (1 Jn 14,18).

 

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“¡Cuán diferente es tu justicia, Señor, de la nuestra!”.

 

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Categorías: Ciclo B

La Sagrada Familia – 26 de diciembre de 2021 – Año C

Ni desvalorizada ni idolatrada

Un video del P. Fernando Armellini

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Introducción

“Los niños son un regalo de Dios para el mundo y son de todos”. Es ésta una frase que a veces provoca los celos de las madres, celos que son síntoma de un amor posesivo por su hijo, lo más probable hijo único, sobreprotegido, súper mimado, súper defendido. La familia es el lugar privilegiado para la formación y la educación, pero no el único. Hay una comunidad en la que se debe integrar al niño para que en ella crezca, madure, se encuentre con los hermanos y hermanas, y aprenda a acoger la disponibilidad gratuita, la colaboración, la tolerancia, el perdón.

Restringir los horizontes, replegarse complacidos sobre el pequeño mundo de afectos e intereses, encerrarse en estrechas fronteras que ignoran la fraternidad universal, es una idolatría peligrosa para la institución familiar. La familia querida por Dios es abierta, es una etapa hacia la meta final, es un trampolín desde el que proyectarse hacia la familia del Padre celestial.

El momento de la separación puede ser doloroso –es la experiencia que han hecho María y José cuando Jesús los abandonó– y puede interpretarse como un rechazo y exclusión. En realidad se trata de un salto hacia la vida.

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Los niños son un regalo tuyo para el mundo, Señor.

No los rechazamos ni los consideramos como posesión nuestra”.

 

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Categorías: Ciclo B

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