El Espíritu saca siempre cosas nuevas del Evangelio
Introducción
Ante la “rampante ignorancia religiosa” algunos han propuesto volver al Catecismo de la Doctrina Cristiana editado por S. Pio X en 1913, con sus 433 preguntas y respuestas, síntesis de todos los temas de la teología y de la moral. Este compendio ha marcado ciertamente una época, pero nos preguntamos si tendría sentido proponer las verdades de fe con lenguaje e imágenes anticuadas, pertenecientes a unos tiempos tan alejados de los nuestros.
En el discurso de apertura del Concilio, el Papa Juan XXIII recordaba un principio fundamental: “Una cosa son las verdades de fe y otra es la manera en que vienen formuladas”. La misión de la Iglesia es la de hacer inteligibles estas mismas verdades a los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares, empleando su lenguaje, su cultura, sus imágenes, su modo de pensar. Es ésta una empresa ardua y delicada por venir inevitablemente acompañada de tensiones, malentendidos, pero indispensable y que puede ser felizmente llevada a término porque en la Iglesia está presente el Espíritu de la verdad que Cristo anima.
El replegarse sobre el pasado, el miedo a la novedad, la visión pesimista del presente, las previsiones sombrías sobre el futuro no son signos de amor y fidelidad a la Tradición, sino sinónimos de escasa fe en la obra del Espíritu. El Papa Juan XXIII desconfiaba de los profetas de “mal agüero” e invitaba a contemplar los “frutos del Espíritu” presentes, no solo en la Iglesia, sino dondequiera que haya “amor”, “alegría” “paz”, “paciencia” “benevolencia”, “bondad”, “fidelidad”, “delicadeza”, “autodominio”.
* Para interiorizar el mensaje, repetiremos:
“Creo en la obra del Espíritu Santo que renueva toda la tierra”.