Archivo diario: septiembre 29, 2020

FIESTA DE LOS ARCÁNGELES: MIGUEL, GABRIEL, Y RAFAEL – 29 de septiembre

Ángel: cualquiera que sea un mediador de la ternura de Dios.

 

 

Introducción

 

En el imaginario colectivo, el ángel tiene un carácter bien definido y aquellos que lo pintan deben adherirse a ciertos cánones preestablecidos. Un ángel con rasgos hippies, cola, tatuaje en el brazo y jeans tendría pocas posibilidades de ser aceptado, no solo por los sacerdotes y parroquianos más tradicionalistas sino también por los fieles menos intolerantes. El ángel se presenta irradiando una luz brillante, tiene alas, cabello suelto y rasgos suaves, pero sigue siendo masculino porque ningún ángel tiene el nombre de una mujer. Pintar a un ángel con zapatos sería el error más grosero para el pintor: un ángel vuela, no camina. 

 

Para nosotros, herederos de la Ilustración y la cultura positivista, esta figura etérea parece más que un ser real, un legado premoderno ingenuo y arcaico; una regresión al mundo de los cuentos de hadas de la infancia donde los gnomos, las hadas y los elfos entran en escena. En la era de la ciencia y la tecnología, la fe en los ángeles parece destinada a un rápido declive. Sin embargo, aquí está resurgiendo y está de moda nuevamente. Las encuestas muestran que el 60% de los italianos están convencidos de contar con la ayuda de un ángel guardián, el 50% dice que hablan con él y el 6% pide protección contra accidentes.

 

«¡Eres un ángel!» Todos hemos escuchado este cumplido al menos una vez: de un amigo al que hemos ayudado en un momento difícil; de un colega en la oficina, encantados de vernos reaccionar a una ofensa con una sonrisa y palabras tranquilas, por un matrimonio que ayudamos a reconciliar; por una esposa a quien le llevamos café en la cama acariciándola mientras ella lo tomaba.

 

«Eres un ángel.» ¿Es solo una figura de discurso, una imagen, una metáfora? No, es una realidad, las lecturas de hoy nos lo dicen. 

 

El ángel nació para llenar una distancia. La palabra hebrea mal’ak proviene de la raíz que significa enviar y se atribuye a cualquier persona que se envíe para transmitir un mensaje, recopilar información o realizar una acción específica en nombre de un agente. La Biblia no hace ninguna distinción entre los enviados de las personas y los de Dios. Cualquiera que se interponga entre personas o entre comunidades distantes o entre Dios y las personas se llama mal’ak-angel. 

 

Incluso cuando el texto sagrado da un nombre a los mensajeros de Dios, es difícil determinar si apunta a personajes reales, a espíritus que asumieron formas humanas, o si uno usa una imagen, una personificación para describir la experiencia inefable de la intervención divina en favor de la gente. 

 

La fiesta de los arcángeles es una invitación para hacernos reflexionar y reconocer a los ángeles que están a nuestro lado. No se mueven con alas, pero nos guían con precaución; son serenos y amables incluso cuando el tráfico no fluye. No llevan una túnica brillante, sino el sari de la Madre Teresa, la bata del médico, el traje del trabajador o los jeans de un joven sacerdote. Y si no tienen zapatos es porque se los sacaron para ofrecérselos a los pobres.

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

«Señor, que yo pueda ser tu ángel».

 

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27 Domingo del Tiempo Ordinario – 4 de octubre de 2020 – Año A

Cristo: piedra que destruye

nuestros ídolos

 

Un video del p. Fernando Armellini con subtítulos en Español:

 

 

Un video doblado por p. Alberto Rossa, cmf

 

 

Introducción

 

El último versículo del Salmo 137 –el célebre canto del exiliado– viene siempre cuidadosamente ignorado. Después de la desgarradora referencia al llanto de los deportados junto a los ríos de Babilonia, el poeta, dirigiéndose a la ciudad sanguinaria, exclama: “¡Dichoso el que agarre y estrelle a tus hijos contra la piedra”! (Sal 137,9). No menos embarazoso es el versículo con que concluye la parábola del evangelio de hoy y que omite el texto del leccionario. Refiriéndose a Cristo –la piedra que los constructores han descartado y que Dios la ha colocado como piedra angular– el evangelista comenta: “¡El que tropiece con esta piedra se hará trizas; al que le caiga encima lo aplastará!” (Mt 21,44). 

 

Son imágenes desconcertantes que de pronto se iluminan si se capta su referencia a la escena descrita en el libro de Daniel: una piedra –no movida por mano de hombre– se desprende de la cumbre y golpea una estatua colosal de apariencia espléndida, pero terrible que se desploma hecha pedazos (cf. Dn 2,31-35). Es el ídolo que el hombre –en su estupidez– se ha construido y de cuya esclavitud no logra ya más liberarse; es la sociedad corrupta, injusta y deshumana que se ha creado a sí mismo y de la que se vuelve víctima.

 

Cristo y su evangelio son “la piedra” lanzada por Dios contra esta estructura monstruosa, son “la piedra” que desenmascara y desactiva la lógica de este mundo, la astucia, las maniobras sucias y, sobre todo, las imágenes insensatas que los hombres se han hecho de Dios. Contra esta piedra están destinados a hacerse trizas los planes de los malvados y “sus hijos a estrellarse”: los malvados, es decir, no tendrán descendencia, se quedarán sin posteridad, sin futuro, porque Dios hará desaparecer del mundo nuevo todos los agentes de iniquidad. ¡Esta es la buena noticia! 

 

Los grandes de este mundo –constructores de la nueva “torre de Babel”–, descartan esta piedra porque no se adapta a sus planes, porque desvirtúa sus sueños y destruye sus reinos. 

 

Han tratado de eliminarla; pero Dios la ha escogido como roca de salvación y quien la ponga como fundamento de la propia vida no quedará defraudado o desilusionado.

 

Para interiorizar el mensaje, repetiremos:

“Somos la viña del Señor ¿Qué frutos le podemos presentar?»

 

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